Noticias Razonando fuera del recipiente

Tragedia en el Canal de Chacao: Inconsecuencia

By
on
10 febrero, 2010

El día 2 de Febrero, alrededor de las 6 de la tarde, zarpó una lancha a motor de nombre «Soledad II» con 12 personas desde la localiad de Carelmapu con destino a Ancud. Los 12 pasajeros (entre ellos varios niños) venían desde la fiesta religiosa de la Virgen de la Candelaria y comenzaron a navegar en medio de un fuerte temporal con vientos de 60 km/h, lo cual hizo inevitable el volcamiento de la embarcación y la muerte de sus ocupantes, varios de ellos aún desaparecidos el día de hoy.

Era evidente que las condiciones eran pésimas para navegar, sin embargo, la tripulación hizo caso omiso a esto y a la prohibición de la Armada ya que según se informó un oficial de Carabineros:

«no estaba autorizado el zarpe de ninguna embarcación menor, entonces estas personas hicieron caso omiso de la advertencia de la Armada»

Lo curioso es que personas cercanas a los ocupantes de la lancha siniestrada acusaron inmediatamente a la Armada por no evitar que zarparan, en otras palabras, el problema no es que los de la tripulación de la lancha fueran unos irresponsables, sino que la Armada no usó la fuerza para detenerlos.

Posteriormente, aún con el fuerte temporal, se produjo un altercado con la gente que quería salir a buscar a sus seres queridos pero la Armada se los impidió producto de las malas condiciones. Reclamaban que no hacían nada para dar con el paradero de las víctimas, que no les prestaban atención por tratarse de gente humilde, etc.

Finalmente, el día de hoy, el Alcalde de Maullín exigió al ministro de Defensa que investigara el caso ya que no se habría cumplido con la ley. Dice el Alcalde:

El 2 de febrero (día del accidente) tanto la ley como los reglamentos no se aplicaron y por tanto debe haber un investigación al respecto.

[…] el artículo 3 del reglamento de Directemar señala que lo principal, lo más importante, es el resguardo de la vida humana

En esta historia es indudable la gravedad de la tragedia y la desesperación por encontrar a las víctimas, se trata de un hecho lamentable pero que además pone en evidencia la facilidad con que las personas pasan de exigir algo a desear que no exista dependiendo de sus intereses. Y no se trata de el bien/mal de los intereses, pues es legítima y loable la intención de buscar a las personas desaparecidas, así como la de impedir que más personas arriesguen peligrosamente sus vidas.

El hecho es que, sin hacer juicios sobre la motivación, somos tremendamente flexibles para transar las normas. Por un lado se exigen leyes y normas para solucionar todo, al punto de culpar a «vacíos legales» el mal actuar de ciertas personas y por otro lado, se «olvidan» las reglas al momento en que ya no son «convenientes». Siempre buscando culpar a los demás o a las leyes mismas, sin detenerse en que somos nosotros mismos los que debemos cooperar para que las cosas funcionen.

Y esto aplica también a los intereses no tan loables, se comienza a buscar la aplicación de las leyes y la ética sólo cuando es de propia conveniencia, viendo los defectos de los demás y escondiendo los propios. Sólo basta echarle un vistazo a la política, gente que llama a la unidad y que al mismo tiempo propicia una verdadera guerra al bando contrario, gente que habla de libertad de pensamiento y rectitud pero que rasgan vestiduras cuando alguien de su mismo bando critica sus decisiones, tildándolo de traidor como si tuviera el deber de seguir a la dirigencia ciegamente.

TAGS

LEAVE A COMMENT